Para llegar a esta conclusión, Iannetti y sus colegas trabajaron con una decena de sujetos a los que se provocó dolor usando un láser durante milisegundos, sin tocarlos. Las personas analizadas clasificaron la intensidad del dolor que sentían, y al mismo tiempo se midieron las respuestas eléctricas del cerebro a través de electroencefalogramas. Los resultados arrojaron que el dolor era menor cuando los brazos estaban cruzados sobre la parte media del cuerpo.
Los investigadores lo atribuyen a la información conflictiva entre los dos hemisferios del cerebro. "Cuando cruzamos nuestros brazos, los dos mapas no se activan simultáneamente, y el procesamiento de la información sensorial se vuelve menos efectivo, incluyendo el dolor, que se percibe con menos intensidad", aclara Iannetti.
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