
Para averiguar si hay alguna base anatómica para el "despiste", Kanai estudió el cerebro de 145 sujetos que habían rellenado previamente un cuestionario para calcular su tendencia a la distracción en la vida cotidiana. Los resultados mostraron que había ciertas diferencias cerebrales que estaban relacionadas con la capacidad de mantener la atención. Concretamente, cuanto mayor era el número de neuronas en el lóbulo parietal superior del hemisferio izquierdo de un sujeto, mayor era su tendencia a la distracción.
La hipótesis que manejan Kanai y sus colegas es que a medida que el cerebro madura se destruyen algunas neuronas y conexiones nerviosas, y ese proceso ayuda al control de la atención. De acuerdo con esta idea, las personas con más materia gris en la corteza cerebral serían también un poco más "infantiles" y, en consecuencia, algo más distraídas.
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